martes, 27 de julio de 2010

“MASCARON DE PROA”

Serie: Las aventuras de Mauricio de Termópilas. Su paso por la isla de Creta.

Un guiño: “Una gota de agua no apaga un incendio,
Así como un hombre no hace historia”

ICARO Mauricio, era un joven muy inquieto. Su padre Dédalo Cleto, considerado el arquitecto más famoso de la antigüedad, fue contratado por el rey Minos de la isla de Creta –pariente de Menem- por esa singularidad de Menem de Creta, para construir el famoso palacio de Knossos, también llamado “Laberinto”.

Concluída la obra Cleto Dédalo invitó a su hijo Icaro Mauricio para que lo conociera.El travieso ICARO Mauricio, residente en Atenas, no tuvo mejor idea que robar una bicicleta para llegar más rápido. Cruzando el mar Archipiélago, de isla en isla, demoró dos días para llegar a destino. Su padre lo recibió cariñosamente, sin antes haberlo reprendido por la deshonesta acción del robo de la “bici”.

ICARO Mauricio, sorprendido y maravillado por la incomparable belleza del palacio, solícito le dijo a su padre: …dime Cleto, cuando prometiste entregarlo… Cleto respondióle, … no bien regrese Minos de un viaje con su hija Ariadna Cristina desde el Partenón.

Rápido como un rayo de Zeus, ICARO Mauricio le dijo … Cleto, ya que tú tienes las llaves, se me ocurre, que podemos alquilarlo el sábado próximo y ganarnos unos cuantos dracmas y para que nadie se entere le ponemos el nombre de teatro San Martín.

Cleto accedió, pero no tanto por los dracmas, sino, con la intención de molestar a Ariadna Cristina, la real dueña y demostrarle que, cuando ella se ausenta, él es capaz de cualquier cosa. Cleto Dédalo e Icaro Mauricio se regocijaron ante el provecho material y la traicionera maldad.

A su regreso, Minos y Ariadna Cristina, se dieron cuenta del engaño y ni cortos ni perezosos pergeñaron una astuta respuesta. Nombraron al Minotauro como Guardián del Laberinto y encerraron a Cleto Dédalo e Icaro Mauricio en el habitáculo más alto de la torre.

Cleto Dédalo, compungido y malhumorado planeó la fuga. Icaro Mauricio lloraba y amenazaba a los reyes con hacerles un juicio político, porque él nada sabía … no tenía nada que ver … todo fue planeado por su padre Cleto Dédalo. Su padre logró calmarlo prometiendo la fuga mediante un fantástico plan. Todos los días se posaban palomas en la ventana de la prisión y Cleto les quitaba las plumas con las cuales, como buen arquitecto, estaba construyendo alas, que pegaba una con otra con la cera de las velas que les servían de iluminación.

Llegó el día esperado para la fuga. Cleto y Mauricio se ataron a sus brazos las alas. Mauricio dudaba. Cleto lo convencía y con calma le explicaba como tenía que planear.
Su firme recomendación fue solo una: en pleno vuelo vas a tener la precaución de no acercarte mucho al Sol, pues corres el riesgo de que se derrita la cera, se desarmen las alas y no puedas continuar el vuelo. Prométeme Mauricio que cumplirás esta orden. Mauricio le respondió: no te preocupes, así lo haré.

El momento esperado se produjo, eran las seis de la mañana, la oportunidad en que la diosa Aurora abre las puertas del Oriente. Cleto y Mauricio se largan a volar. Todo iba muy bien. Habían orientado el vuelo hacia el imperio más importante de la época, Roma.

El Sol asomaba con todas sus fuerzas, pero aún tibio. Cleto volando a poca altura estaba muy cerca de las costas calabresas y observaba los movimientos de Mauricio. De repente, éste, en un arranque de arrogancia y haciendo gala de su traviesa inmadurez, comienza a ascender, en una arriesgada maniobra, para llegar primero que Cleto, sin advertir que se encaminaba hacia las irradiaciones más potentes del Sol.

Cuando quiso darse cuenta de su estúpida intrepidez, era demasiado tarde, sus alas se desplumaban a medida que la cera se derretía al calor de los rayos solares. Su desconsuelo se convirtió en desgracia. Se desplomó a tierra encontrando la muerte.

Cleto llegó a destino indemne. La venganza de Minos se había cumplido. EL TEATRO SAN MARTIN VOLVIO A LLAMARSE LABERINTO.

De Icaro Mauricio, como él siempre decía, no se encontró nada, ni nadie supo que pasó, ni de quien fue la culpa. Cleto se perdió en la oscuridad del tiempo y en los arrabales de los burgos calabreses. BACO tampoco lo quiso, también lo TRAICIONO.

Otro guiño: “La herencia no dá derechos, sólo obligaciones”.

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