jueves, 25 de noviembre de 2010

DEDICADO EXPRESAMENTE A LA SEÑORA ANA FATUME.
(Se trata de un trozo de una obra de mi creación a Leda, mujer de Júpiter, en diálogo con el
Dios cristiano)
¡Y es en su honor, estimada señora!

Dios dice a Leda: Tu amante Júpiter, quien para seducirte ha incurrido en engaño, ya que llegó
a tí metaforseado en blanquísimo cisne, es a quien me he propuesto desmixtificar.
RESPONDE LEDA: ¡Me has desilusionado!...sofisticado Dios. Me extraña sobremanera tu ingenuidad...noble barbado.. asombra a mi calidad de mujer escucharte decir que, ha sido sorprendida mi inocencia por Júpiter. Tu necesidad de ser el Unico te ha impedido disponer de los tiempos inteligentes indispensables para explorar intrínsecamente la esencia de la feminidad.
¡Te desasnaré! Una mujer que haya conocido profundamente el amor, no es prenda fácil ni cómoda a las exigencias materiales de varón alguno, sea éste rey, dios o gentil de alcurnia, si su corazón y su alma no siente la verdadera felicidad en su íntima convicción, hasta que se estremezcan furiosamente sus sentidos, se dilaten los poros de su piel, exhalando el perfume adrenalítico que infiere la necesidad de ser amada. Si eres varón, debes saber que, el amor no responde al llamado imperativo de un ser que no despierta la angustia, el temblor, la sensibilidad, la orgiástica idolatría que se impregna por efectos del sonido musical de una voz, por la acariciante calidez del roce de una piel y por el influjo magnético de una mirada. Si tú, puedes llegar a percibir que todas estas cualidades se dan en la naturaleza de otro género, ello me estaría demostrando la certeza de un paradigma ajeno a la propia minerva, de un ser superior como vos queréis aparentar y revelaríais una esencia sofisticada.
Si ignoras a la mujer, caja musical en la cual las notas de la procreación han compuesto la obra máxima, reniegas de lo que algunos te adjudican .... la creación. ¡Yo Leda, te niego! Ahora, te diré, respecto a tu tristemente intención con mi amado Júpiter, que has elegido un camino equivocado, sumamente difícil de transitar, en una empresa inútil de final imposible.
Y no lo digo emocionalmente, sino que, siguiendo una línea inteligente y ecuménica, me indica que tu pretensión universal no resiste el mínimo análisis, ya que tu filosofía y sofisticada creación estuvo dirigida a un solo planeta la Tierra y que, en orden de importancia ocupa un lugar muy alejado del resto de los astros, planetas, constelaciones y nebulosas, todos ellos vinculados directa y familiarmente al Dios Supremo Júpiter, nieto de Urano, hijo de Saturno y de Cibeles, hermano de Neptuno y de Plutón y padre de Mercurio, Marte y Vulcano.
¡Dime!..... ante tal prosapia y poder, ¿cómo puedes tú suponer que Júpiter habrá de oirte?
Júpiter, con su valentía y arrojo, luchó, venció y destronó a los gobernadores del Universo, los despojó de su poder y se erigió en el Dios Supremo.
Y ahora tú, así porque sí, te crees en el derecho de disputarle la supremacía del universo. Tú que no has podido controlar la voluntad de Adán y Eva, tus criaturas exclusivas, que te han desobedecido y desacreditado, en una pueril e ingenua situción de infantil capricho.
Tú que no has sabido conducir a buen destino a escasísimas tribus semitas y confundiste a Moisés haciéndolo morir antes de llegar a su destino.
Tú que has mostrado tu ira y tu furia descontrolada, cuando decretaste la muerte total en el planeta Tierra, al dejarlo bajo las aguas por imperio de un diluvio y cuando a fuego vivo, arrasaste pueblos completos como Sodoma y Gomorra. Tú que mandaste las diez plagas al pueblo egipcio. Tú que permitiste la horrible muerte del hijo elegido. Tú no tienes derecho ni auroridad moral para juzgar los actos de mi amado esposo. ¡Yo, Leda, te niego!
Mis hijos, las esposas y amantes de Júpiter te dirán a su tiempo su pensamiento, ante tu inexplicable actitud. Y ten siempre presente que la Tierra, planeta que tú te atribuyes haber poblado, es esencialmente femenina, sensible y mutante a los designios arcanos, razón que la caracteriza sustancialmente en su espíritu de fidelidad.
¡Vuestros reclamos, señor, serán contradecidos por nuestra voluntad!

Señora Ana, la historia continúa y es muy extensa para ser compartida por este medio, pero, en su agasajo me he permitido transcribir este breve paso de mi libro. Con todo respeto y cariño.
He querido darle un merecido lugar a la mujer pagana y en usted la transmito. Yocrates

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