miércoles, 4 de agosto de 2010

"PERIODISMO SI, PERIODISMO NO"

En esta breve exposición vuelco algunos párrafos de un trabajo más extenso referido a la participación del periodismo.

La evolución de las ideas es el néctar vivificante que dá razón a la existencia del hombre, permitiendo a éste involucrarse permanentemente en la modificación de los cánones preexistentes, abonando al sistema que lo alberga con nuevas formas que acomoda a un proceso de realizaciones fácticas, con la finalidad de recrear los espacios materiales y espirituales generadores de un propio clima de felicidad interior.

El espacio periodístico tiene en los tiempos de acelerados cambios en los usos y costumbres, un muy importante y complejo desafío intelectual. El cambio que se opera en las sociedades, con la misma ferocidad de la energía mítica de los pontos acuciados por los vientos impredecibles, cuya marea obliga a buscar costas seguras, compromete al periodismo, a mi entender, a promover los haces históricos formulando y actuando con anticipación en el análisis universal, alertando en el fundamento de profundos estudios, las variables y los acontecimientos que acometerán a los desprevenidos ciudadanos.

Será así, un verdadero periodismo, aquel capaz de avisorar en el horizonte, las tempestades sociales que atormentarán a las sociedades y poder, desde ese púlpito rector, satisfacer las necesidades primarias del ciudadano ávido de la información veraz, en su carácter de poderoso vehículo de instrucción cultural, apaciguador al mismo tiempo, de los dolores que el desconocimiento incorpora a la desprevenida humanidad.

Esta visión de la energía de la anticipación estará incorporando al profesional de la captación de los acontecimientos humanos, un cronograma artífice de una instrucción superior en el sentido terrenal, con los márgenes previsibles para orientar la sucesión de los hechos en el espacio cedido para su realización. El cambio que debe operarse es en la inversión de la mirada crítica por la observación de la génesis de las tipicidades.

La acción de las sociedades impetra una marea incontenible que arrasa con todas las previsiones estructurales, pues es el resultado natural de una inteligencia puesta al servicio de hacer más comprensible los hechos cotidianos. Frente a la circunstancia de la inmediatez, la reacción de los medios, desacomodada en las innovaciones presuntamente idiomáticas y circunstanciales, procura desordenadamente relativizar el alcance de los propósitos populares, pero éstos, que contienen la energía arrolladora de la sinrazón, concluyen siendo árbitros en el mensaje popular, obligando a los intelectuales académicos a incorporar los modismos al listado de la aceptabilidad genérica.

Y aquí, en esta instancia es donde el periodismo cumple con su finalidad de tomar y transmitir y es, a mi juicio, el espacio en el cual la profesión muestra sus más débiles apoyos logísticos. ¿Por qué?. Porque llega tarde y queda al desamparo de la interpretación y de emitir opinión. Como ocurre generalmente, el periodismo navega en las aguas tumultuosas de la opinión, cuando, a mi entender, debería ser el precursor en los acontecimientos, tomando a su cargo el análisis profundo de la historia, espacios en los cuales la humanidad ha expresado en todas las maneras posibles sus virtudes y sus taras, aunque aquellas no se repitan palmariamente, representan un vínculo umbilical que, para el análisis comprometido, permite elaborar teorías de desarrollos ciudadanos y la posibilidad de penetrar el arcano de su trocir que, sin lugar a dudas, lo profesionalizará en el arte que ejerce como parte inseparable de su vida.

La consigna para el periodismo es la aplicación implacable del conocimiento, del criterio universalista, de la anticipación -no de la adivinanza- y en última instancia la opinión.

Recoger el guante de la permanente acción del ciudadano, conciliando los efectos de su espontaneidad en conjunción con los conocimientos académicos, le permitirá establecer el vínculo de entendimiento que viabilizará la armonía de la vida de relación. La pureza del conocimiento hará lo demás.

Asiduamente sucede que los perfeccionistas del buen decir, usando antiguos cedazos aceptan aquellos presuntos nuevos vocablos en uso, una vez que han dejado de ser usados y sustituídos por nuevas voces que la vorágine del acontecer de la vida ha expuesto a la consideración ciudadana. No son nuevos ni viejos, son simplemente circunstanciales.

Las exigencias que el periodismo se debe imponer a si mismo es la teoría de la anticipación, que solamente puede ser adquirida en el campo del conocimiento. Es dable mencionar simplemente como hecho descriptivo, un pensamiento del historiador alemán Veit Valentin "..quien haya buceado profundamente en la historia, será escuchado y podrá convencer...".

El criterio seguido en esta anáquica y cuasi exposición, con una dificultosa enunciación dentro de los tradicionales parámetros de la cultura, intenta motorizar la tesis de que el fundamento creativo está implícito en que no manifiesta nuevas formas de expresión social, sino que la acción directa de los ciudadanos obedece a la evolución o involución, según quiera tomarse, de todo ser humano, impredecible, imperfecto e inconcluso. Que, lo más accesible a ser considerado es la voluntad y la capacidad de entendimiento que los ciudadanos tienden al campo de la solidaridad, con el objetivo de hacer mejor la vida de relación, en la que no es tan importante el buen decir sino el buen hacer, en función del beneficio general y universal de sus congéneres.

Lo que se entiende como nuevas formas son las viejas formas vestidas de modernidad, al amparo de sofisticaciones como producto de sofismas del advenedizo sofismo.

De todo ello se desprende mi idea de que no existen nuevas formas de expresión ni de interpretación, tan solo se registran pasos sucesivos en la historia en la que el decir popular ha demostrado que aventaja a sus intérpretes en el campo de la información. Sobre ésto, no existe mejor justificación que la tarea de los intelectuales idiomáticos que incorporan a la obra pública los hechos mucho después que el vulgo los ha popularizado. ¡El caballo detrás del carro!

Espero que este pretencioso aporte, fraccionado, ayude a una mayor confusión.

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