miércoles, 7 de abril de 2010

Un dato de la actualidad. La filosofía de la consigna del nacimiento del DIARIO CLARIN.

Un guiño: “Si te proponen, sígueme que no te defraudaré, mejor olvídalo, te defraudarán. Si lo dudas, pregúntale a Jesús”.

Solo haré la trascripción textual del pensamiento editorial inserto en la página 10 (central) de la Edición nº 1 del 28 de agosto de 1945, que dice:
CLARIN está en la calle. El lector lo tiene en sus manos y nosotros esperamos tranquilamente su veredicto, en la seguridad de que ha de sernos favorable. No hemos ahorrado ningún posible esfuerzo destinado a satisfacer su interés y conquistar la confianza. Fácilmente se advertirá que nuestra hoja constituye una revolución en la fisonomía del periodismo popular argentino. Lo decimos sin falsa molestia. Creemos que este primer número revela bastante acerca de la modernidad del diario que hoy ponemos en circulación. Hemos querido renovar e innovar en orden a la técnica del oficio porque estamos convencidos de que nuestro público reclama con derecho y espera con impaciencia un órgano de este carácter que llene cabalmente sus exigencias periodísticas. No haremos preciosismos, desde luego, pero tampoco caeremos jamás en la vulgaridad o la rutina. Aspiramos, así, a marcar la iniciación de una época de periodismo ágil, informativo e ilustrado, pero igualmente atento a reflejar, con honda sensibilidad argentina, las inquietudes, las necesidades y anhelos más entrañables de nuestro pueblo. Este es el propósito de CLARIN y lo cumplirá sin deformaciones, omisiones y cortapisas que con frecuencia desvirtúan la elevada misión de la prensa, aquí y en todas partes. Para nosotros, el periodismo es una alta función pública. Sólo nos debemos, pues, al país y a la verdad. Si por ello hemos de durar un siglo, o un día, no nos importa. Nec temere nic timere. Nada tenemos, nada nos intimida. La vieja divisa de las cruzadas inspirará nuestra conducta y hará inquebrantable la línea de decoro y dignidad profesional que hemos de mantener.

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SABEMOS que la aparición de CLARIN ha suscitado considerable expectativa con relación a la actualidad política nacional. No le es fácil a un diario nuevo substraerse a esas preocupaciones. El mundo todo, después de la victoria militar sobre las potencias del Eje, pasa por un momento de gran confusión política. Son varios los estadistas europeos y americanos de la primera fila que lo han advertido y que han dado a los respectivos pueblos la voz de alerta.
Esos mismos estadistas, con prescindencia de las filiaciones partidarias de cada uno, han proclamado también “urbi et orbe”, la superioridad del clásico ideario de Occidente, a la vez conservador y liberal, frente a las especulaciones doctrinarias de la extrema izquierda y a las espantosas realidades reveladas en la extrema derecha identificada con el totalismo. Sin duda que el confusionismo político e ideológico reinante entre nosotros ha tenido origen en complejos factores internos y externos. El ambiente está cargado de equívocos y suspicacias, cuyo cultivo no ayudará a resolver nuestros múltiples problemas.
Pero para guiarnos con acierto, los argentinos tenemos en la Constitución una brújula inmejorable. Sus principios han sido y serán la segura base para la práctica de la libertad y la democracia en que los pueblos civilizados desean vivir y progresar. Esos principios no son incompatibles ni mucho menos, con las renovaciones de orden económico que la evolución aconseja ni con las conquistas de la justicia jovial que hay que incorporar al patrimonio moral y material del pueblo de la República. Suponer que la Constitución, apoyada por la fuerza, puede ser el dique que contenga a las masas trabajadoras en el camino de sus justas reivindicaciones, es caer en un peligroso espejismo. Ello equivale al error contrario de imaginarse que sólo fuera de la ley fundamental es posible realizar cierto tipo de programas económico-sociales. Todo lo que rompa el equilibrio de la vida de un pueblo ordenado y culto es inadecuado para marchar adelante con seguridad. Ahora bien: ¿existía tal equilibrio antes del 4 de junio de 1943? ¿Existía antes del 6 de septiembre de 1930? Los que estén exentos de culpa que tiren la primera piedra.

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CLARIN no tiene vinculaciones ni compromisos con ninguna de las agrupaciones políticas tradicionales. Desde que es y será un diario informativo e independiente, no podría tenerlas. El único y exclusivo compromiso que se contrae es con la Nación, y consiste en reflejar exacta y objetivamente los hechos de la vida colectiva, analizarlos y juzgarlos a la luz de la verdad y de las conveniencias nacionales. El pueblo está por sobre los partidos y grupos políticos diversos, incluso los llamados apolíticos. ¿Qué desea, pues, el pueblo argentino en estos momentos? Es evidente que anhela ir a la normalidad institucional, volver a los carriles de la ley. Pero, ¿cómo hacerlo? He ahí el problema. Nosotros creemos que la solución de este no podrá ser alcanzada sino con la unión y la reconciliación de todos los argentinos, vale decir, con la abnegada contribución de cuantos no pretendan anteponer sus intereses o sus ambiciones a la tranquilidad y a la grandeza de la Nación.
La hora es grave, y en las horas graves no cabe entregarse a juegos malabares de habilidad política, ni a intrigas menudas, ni a entretenimientos partidarios de índole ajedrecística.
No comprenderlo así en reincidir en los pecados y repetir los errores que llevaron a los partidos principales a la impopularidad y al desprestigio en que habían caído y que tornaron fatal el sucesivo desalojo gubernativo que les impusieron las revoluciones de 1930 y 1943. Tampoco sería conducente en estas circunstancias utilizar ciertas palabras con segunda intención o con reservas que desvirtúen su contenido. Lo advertimos porque es lo que está sucediendo con la palabra conciliación.
Es tal la gravitación del consenso público a este respecto, que la mayoría de nuestros hombres políticos se han visto obligados a hablar de unión y de conciliación con la mejor manera de superar las dificultades que el país afronta.
Pero, ¿qué alcance cobra en el espíritu de esos ciudadanos la palabra conciliación?

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La unidad argentina no será lograda sin computar a todos y cada uno de los grandes factores de vida nacional. Para unir hay que conciliar. Y sí al hablarse de conciliación se piensa en excluir a alguien, entonces la idea de la conciliación no debe hacerse contra éste o contra aquel, porque no sería conciliación. Sería, a lo sumo, una caricatura de conciliación, es decir, un fracaso anticipado como solución política. No habrá conciliación si se piensa en excluir al trabajo, o al capital, o a los partidarios políticos, o al Ejército, o a cualquiera de las fuerzas económicas, sociales y culturales que desenvuelven su acción en las distintas esferas de la sociedad. Sólo en la integración de todos estos factores se hallará la unidad. Otra cuestión sería que algunos de esos elementos se excluyeran voluntariamente de la conciliación que se anhela. El país no podría por ello detener su marcha hacia la verdadera normalidad institucional. Lo que no se concibe, repetimos, es proponerse ir todos contra la clase trabajadora, o todos contra las fuerzas armadas del país por el hecho de que se encuentran accidentalmente en le Gobierno, o todos contra los partidos políticos, por lamentable que haya sido la conducta de éstos en el pasado inmediato.
Cualquier conciliación basada en el desconocimiento o exclusión deliberada de uno o varios de los referidos factores de la realidad nacional implicaría un contrasentido y crearía las condiciones propicias para una nueva y quizá próxima perturbación institucional. Ello estaría también en su contra de la tradición argentina en materia de conciliaciones políticas. Los grandes hombres de nuestro más brillante pasado – Urquiza, Mitre, Avellaneda, Roca, Pellegrini, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen- promovieron auténticas conciliaciones de ese carácter, sin exclusiones ni reservas, y fue así como lograron evitar al país conflictos estériles y luchas fratricidas. ¡Que tan noble ejemplo aleccione e inspire al patriotismo de los argentinos hoy!

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CLARIN tiene por lema la solución argentina de los problemas argentinos. No hay solución más arraigada en los antecedentes argentinos que la conciliación, aplicada tanto a los conflictos internos como a los de carácter internacional. Por eso y por estar de rigurosa actualidad, es que nos hemos referido a ella con alguna extensión. Pero nuestra actitud ante todos los demás problemas nacionales será igualmente ecuánime y de índole constructiva. No salimos a negar, que es una forma de destruir, sino para afirmar, que es el mejor modo de crear. La crítica es fecunda, pero sólo si se la ejercita con mesura, justicia y responsabilidad. En el orden internacional es donde todavía hoy los argentinos no tenemos opción: aunque las hostilidades acaban de cesar en todos los frentes, con la rendición incondicional del último enemigo, el país sigue prácticamente en guerra, al igual que el resto del mundo, y lo estará hasta que se firme la paz. Por consiguiente, un diario argentino, escrito por periodistas argentinos, no se puede ni debe sustentar otra idea que la de apoyar plenamente la política exterior de la República y de absoluta solidaridad con sus aliados, en especial con las naciones hermanas en América. En esta etapa, aún no terminada, de la vida nacional, no puede haber sitio para emboscados ni traidores. Estamos resueltamente, pues, contra los enemigos de la Argentina y contra los enemigos de América y de las Naciones Unidas y confiamos en que la Carta Mundial redactada en San Francisco logre crearla: la paz futura sobre las bases sólidas y duraderas, resguardándose así la independencia y la soberanía de los países que formaran parte de la proyectada organización internacional. Nuestra sensibilidad y nuestra conciencia periodística estarán alerta para captar las inquietudes y comprender los problemas del mundo, vibrando al unísono con todos los pueblos tradicionalmente vinculados al nuestro por la sangre, las ideas y el comercio, pero es natural que coloquemos nuestras preferencias en este orden: primero, la Argentina, en segundo América y después, el mundo.

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ATENCION: EL EDITORIAL TRANSCRIPTO NO TIENE FIRMA DE RESPONSABLE, EN TODO EL DIARIO QUE CONSTA DE 20 PAGINAS NO FIGURAPROPIETARIO, ADMINISTRADOS O REPRESENTANTE DIRECTIVO.

RECOMENDACIÓN: LEER DETENIDA Y REPETIDAMENTE PARA ENTENDER EN PROFUNDIDAD EL PENSAMIENTO DEL DIARIO Y LAS RAZONES DE SU EXISTENCIA Y SU ACTUAL ACCIONAR.

EN FUTURAS PUBLICACIONES ME DETENDRE EN EL ANALISIS DE SUS DISTINTAS ETAPAS DE CRECIMIENTO.

Otro guiño: “Adán vivió 930 años; viendo como está el mundo me pregunto ¿Para qué?

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