viernes, 5 de julio de 2013

Un mundo sin mundo y sin rumbo por Yocrates

"UN MUNDO SIN MUNDO Y SIN RUMBO"    por  Yocrates

Desde su nacimiento, no tenemos claro ni sabemos bien cuando y como, este planeta experimentó la desafortunada miseria de la lucha fratricida, explicaciones míticas o místicas aparte. El misterio del poder y el celo de la existencia plena y de la notoriedad, pudo haber sido el factor desencadenante del dramatismo en la familia, si seguimos la idea del drama en el hombre y la tragedia en los dioses.
La inseguridad tema que recoge el común de las personas como el flagelo de la modernidad, tiene antecedentes aterradores desde el asesinato de Abel, protagonizado por su hermano Caín.
Desde aquel suceso o episodio mítico o místico hasta hoy, las sociedades han vivido permanentemente imbuídas del sentido de la pertenencia, no por la fuerza de la razón sino por la razón de la fuerza. Clásica demostración palpable y asibles en las contínuas luchas de destrucción y conquistas de unos y otros.
Se trató de elaborar teorías y prácticas de convivencia, normas, leyes, costumbres, obligaciones y responsabilidades. El hombre imperfecto e incompleto no logró conciliar teorías y prácticas, cometiendo hechos indignantes y aberrantes, al igual que cientos y miles de siglos atrás.
¿Ha crecido el hombre en dirección a lo mejor, a lo igual o a lo peor?
Técnicamente y científicamente ha descubierto nuevos elementos que hacen al mejor vivir, pero, ¿ha aprendido el hombre en su uso comunitario y solidario para beneficio de todos? o simplemente, el que más tiene, el poderoso, es el que acapara el resultado de la creación.
Y desde esta posición de supremacía se desencadenaron las historias de la razón del poder y la lucha por la sobrevivencia.
¿Llegará el momento en que la visibilidad del otro permita que un semejante sea verdaderamente un semejante?
¿Son factores humanos con posibilidades ciertas de conciliar en el hombre?
Difícilmente, la misma experiencia pueda dar resultados satisfactorios. La militancia política, campo en el que la ambición por el poder incide preponderantemente en el hedonismo sintomático del sujeto y lo mimetiza en su fuerza ingénita.
La felicidad del hombre, como la historia lo ha demostrado naturalmente no se engendra en la acción del hombre.
¡El poder se apodera del hombre, no el hombre se apodera del poder!
Como alguna vez lo dijo el expresidente norteamericano Bill Clinton: "cuando uno cree haber llegado a la máxima jerarquía en la conducción de un país, en ese preciso momento repara en que se ha hecho cargo de un poder virtual".
Si se nos presenta la tentación de pensar en nuestro país y comparar ese certero dicho, con la actuación de los políticos mediáticos opositores sin saber a que y responden a intereses ajenos a su pensamiento e impuestos por la ausencia de ideales políticos, llegaremos naturalmente a la conclusión de la virtualidad de su existencia.

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